Eficiencia energética en los hospitales: guía de buenas prácticas
Las instalaciones sanitarias pueden ser algunos de los edificios más difíciles de mantener a la vez que se intenta reducir los costes energéticos. Ante todo, los gestores de las instalaciones son responsables de la salud y la seguridad de los ocupantes. Esto significa cumplir unos umbrales de calidad del aire interior (CAI) extremadamente elevados, sobre todo en los quirófanos y otras zonas críticas de los hospitales. En esta guía encontrará estrategias de ahorro energético que también le permitirán preservar la salud y la seguridad de los ocupantes.
El primer paso para ahorrar energía en cualquier instalación siempre se basará en los datos existentes. La gran mayoría de los datos, si no todos, a los que necesitará acceder, estarán almacenados en su sistema de gestión energética. Si tiene un sistema que no guarda los historiales de todos sus puntos o, peor aún, un sistema por el que no sabe navegar, tendrá dificultades para ahorrar energía en sus instalaciones. Como gestor de instalaciones sanitarias, debe poder acceder a informes, puntos de mando, escribir lógica, cambiar programaciones y detectar cuándo el sistema no funciona correctamente. Eso significa que no puede permitirse tener que llamar a un técnico cada vez que necesite hacer un cambio en el software EMS. Además, los gestores de instalaciones suelen conocer mucho mejor el funcionamiento de sus edificios que los técnicos que vienen a solucionar problemas periódicamente.
Casos prácticos de hospitales energéticamente eficientes
Según el Departamento de Energía de EE.UU., la sanidad es una de las cinco categorías de edificios que más energía consumen y representa el 9% del consumo energético de los edificios comerciales. Las facturas de los servicios públicos representan una media del 1,4% de los ingresos de explotación de un hospital, por lo que los hospitales estadounidenses gastan cada año unos 8.300 millones de dólares en costes energéticos. El impacto de estos costes energéticos en un hospital es enorme. Por ejemplo, un centro de 50 camas y 200.000 pies cuadrados gasta unos 13.600 dólares por cama en costes energéticos, lo que equivale a unos 680.000 dólares al año.
La electricidad es el principal gasto energético de todos los edificios comerciales y la iluminación es el mayor consumo de electricidad. Con esta cantidad de dinero que se gasta en costes energéticos en general, y en electricidad en particular, no es de extrañar que los propietarios y gestores de hospitales se centren en la iluminación cuando buscan mejorar la eficiencia energética y reducir costes. La sanidad es un modelo de negocio único, ya que la cantidad que los proveedores pueden cobrar a los pacientes está controlada por la normativa gubernamental y las tasas de reembolso de las compañías de seguros. No pueden simplemente aumentar sus tarifas a medida que aumentan los gastos, lo que significa que los costes energéticos crecientes o no controlados pueden amenazar la salud financiera de los hospitales o incluso crear una situación en la que la atención al paciente se vea comprometida por las limitaciones presupuestarias.
Electrificación de hospitales
Con toda la atención que se presta a la eficiencia energética y al impulso para reducir las emisiones de carbono en los edificios mediante inversiones en diseño y tecnología, es fácil pasar por alto el hecho de que se pueden conseguir importantes ahorros de energía como subproducto de un buen rendimiento de los sistemas de los edificios. A medida que envejecen los equipos, fallan los componentes menores, cambian las estaciones y evoluciona la utilización del espacio, los ingenieros de edificios pueden tomar medidas para evitar la degradación del rendimiento típica de los equipos y sistemas de los edificios con el paso del tiempo. Sin embargo, sin un plan claro para tomar estas medidas, a menudo se olvidan o se ignoran hasta que es necesario un mantenimiento o una sustitución más costosos.
Esta fue la premisa en la que se basó el programa de Optimización Energética para un sistema nacional de salud en 2010. Cuando el sistema sanitario contrató a EH&E para llevar a cabo un programa piloto en uno de sus hospitales, el objetivo era implantar mejoras de bajo coste para garantizar un rendimiento constante de los sistemas del edificio. Al devolver los sistemas a los requisitos de rendimiento según diseño (o, en muchos casos, a los requisitos de rendimiento actuales), la instalación pretendía conciliar el rendimiento previsto y reducir de forma inherente su consumo energético global y los costes de servicios públicos asociados.
Eficiencia energética en la sanidad
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Cuando Antonio Suárez, CHFM, SASHE, se incorporó al Midland (Texas) Memorial Hospital como director de servicios de instalaciones en 2010, se encontró con un empleador que ya se enorgullecía de la conservación de la energía. El hospital estaba terminando una modernización de la iluminación que sustituyó los tubos fluorescentes T12 por T8. Una nueva torre de pacientes en construcción se había diseñado de acuerdo con el Código Internacional de Conservación de la Energía de 2003, y la planta central se había modernizado y ampliado para aumentar la eficiencia y la capacidad.
Así pues, el hospital empezó a comparar su rendimiento energético con el Energy Star Portfolio Manager de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA), una herramienta gratuita que permite a los centros hacer un seguimiento de su consumo energético y comparar sus mediciones de intensidad de uso de la energía (EUI) con las medias nacionales (basadas en un algoritmo que normaliza las diferencias climáticas, la intensidad operativa y el tamaño).